Crónica de un viaje: conozcamos Praga (I).

Esta crónica es un resumen del cuaderno de viaje redactado por mi chico y yo. También añado información que pueda ser de utilidad para futuros viajeros.

Praga, primer día

16 de agosto de 2010, 6:50. Hemos llegado a Praga, después de una noche bastante animada en aquel nocturno. Junto a Manuel y Natasha, buscamos los baños y miramos cómo cambiar dinero (allí utilizan coronas checas, cuyo símbolo es Kc). Finalmente, nos separamos y confíamos en volver a vernos en Praga. Mi chico y yo nos vamos a un sitio, nos sentamos en el suelo y desayunamos pan bimbo con mermelada. Queríamos entrar al baño para asearnos, pero no teníamos coronas, y la casa de cambio de la estación, como de costumbre, no compensaba. Miramos por los alrededores y la casa de cambio más madrugadora abría a las 8. Cambiamos 5€ para poder pasar al baño y para dejar las mochilas en una taquilla de la estación. Tratamos de cambiar los zlotych que nos sobraron de Polonia, pero allí descubrimos que en las casas de cambio no cambian monedas; sólamente billetes. Además, para nuestro asombro, el personal de las casas de cambio no conocían las monedas polacas. Eso parece indicar que los polacos no viajan mucho por la República Checa o que, de hacerlo, cambian antes en su país.

Estación principal de Praga.

Las toallitas de bebé

Si necesitas asearte pero no puedes pagar una ducha en un baño (o te da un poco de grima, porque suelen estar en unas condiciones un tanto asquerosas) lo mejor es tirar de toallitas de bebé. Parece increíble, pero tras un día de calor y de sudor, una toallita de bebé puede hacer auténticas maravillas. Que las toallitas de bebé se conviertan en tus mejores amigas; la gente de tu alrededor te lo agradecerá ^^.

Casas de cambio en Praga

Si necesitas cambiar dinero nada más llegar a la estación de trenes, en la calle Opletalova, muy cerca de la estación, hay numerosas casas de cambio. Son más recomendables que la de la estación.

Coronas checas.

El personal de Praga

No sé si será que dimos los dos días con todos los praguenses malhumorados, pero nos sorprendió la sequedad y el desdén a la hora de tratarnos tanto el personal de la estación de trenes como la de autobuses. Hasta las secretarias de mi facultad son más agradables…

Entre unas gestiones y otras, nos dan las 10. Estamos muy cansados a causa de la falta de sueño, así que nos metemos en una tienda de alimentación turca con el objetivo de comprar un par de Red Bull. Es bastante caro (80 Kc = 3,20 €), así que buscamos más opciones dentro de la línea de bebidas energéticas: Party, Kamikaze, Energy Cannabis… ¿ein? esos nombres nos echan un poco para atrás y, al final, acabamos comprando un brebaje (primera acepción) a base de cafeína y taurina. Nos costó 30 kc (aprox. 1,20 €). Dicho protocolariamente: tenía un sabor muy desagradable. Dicho en español con tacos: estaba malo de cojones. Sin embargo, ese brebaje que había que tomar sin apenas respirar, nos hizo muchísimo efecto y, tras una sensación de nausea, nos recuperamos como si hubiésemos dormido varias horas. Lo que ni tres Red Bull seguidos. ¿De verdad llevaba cafeína y taurina? En fin, no queramos conocerlo.

Miramos nuestro plano y de las zonas de turismo de la ciudad de Praga, para ese día decidimos ver la zona de la Ciudad Vieja (Staré Město) incluyendo el barrio judío (Josefov). La zona del castillo (Hradčany) junto con la del barrio de Malá Strana lo dejaríamos para el día siguiente. Decidimos renunciar a la zona de la Ciudad Nueva (Nové Město) al haber, sobre todo, museos de pago que nosotros no podríamos ver. Calentamos piernas y a andar.

¿Compensa comprar un billete para el transporte público?

Praga cuenta con servicio de tranvía, metro y autobuses. Praga es una ciudad pequeña y muy manejable a pie. No obstante, si eres de los que considera que una distancia de 10 minutos andando es estar lejos (como les sucede a los cracovenses, que toman el tranvía hasta para una sola parada) coge el pase de un día o el que te convenga. Pero, ciertamente, a pie es como mejor se ve la ciudad. Nosotros estábamos alojados en la zona de Florenc y no nos hizo falta coger transporte público ni un solo día, incluso cuando fuimos a la zona del castillo y de Malá Strana, que están en la otra punta de la ciudad. Mide tus fuerzas y evalúa si realmente te compensa ;-).

En la zona de la Ciudad Vieja, lo primero que vimos fue la Puerta de la Pólvora así como la Casa Municipal. Sólo esos dos edificios nos dejaron impactados. Atravesando la Puerta de la Pólvora y callejeando dimos con el Teatro de los Estados así como con el Carolinum. Pero el momento más impresionante de nuestra visita a Praga fue cuando entramos a la plaza de la Ciudad Vieja: nunca he visto tantísima belleza reconcentrada en una sola plaza. Ni tan siquiera París me despertó esa sensación. Preciosa, hay que verlo para saber qué se siente. Nos dan las 12 y vemos a lo lejos a Manuel y a Natasha. ¿Qué mejor momento que ese para tomarnos una cerveza checa? Vamos a la terraza de un bar y probamos la Pilsner Urquell. Riquísima. Pasan dos horas de animada charla y ya nos despedimos, intercambiando contactos y continuando con nuestra visita.

Puerta de la Pólvora

Casa Municipal.

Teatro de los Estados.

Carolinum.

Plaza de la Ciudad Vieja: Ayuntamiento.

Iglesia de Nuestra Señora de Tyn.

Iglesia de San Nicolás.

Fuente de la plaza de la Ciudad Vieja.

En el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja vemos a las 15:00 cómo pasan figuras de los 12 apóstoles junto con un solo de trompeta. La gente tiene por costumbre saludar al trompetista así que, como dice el dicho, donde fueres, haz lo que vieres. Ese día tuvimos la fortuna de encontrarnos con una especie de mercadillo en la plaza de la Ciudad Vieja, y pude degustar un perrito con salchicha checa: primera comida caliente después de varios días a base de pan bimbo con lata de atún. Creo que me comí el perrito en menos de un minuto, no sé si porque estaba muy rico o porque estaba hambrienta.

Tras un descanso, nos dirigimos hacia el barrio judío y también nos resultó muy bonito. Quisimos entrar en la Sinagoga Vieja-Nueva, pero el precio de la entrada nos lo impedía. Así que simplemente sacamos unas cuantas fotos a la zona: Al Rudolfinum, al cementerio judío y a las distintas sinagogas que se encontraban por la zona. Paseando, dimos con una cafetería llamada Franz Kafka. No tenía nada que ver con Kafka, salvo el nombre, pero nos dijimos de pasarnos al día siguiente por allí para tomarnos una copa de despedida.

Rudolfinum.

Cementerio judío (vista desde una rendija de la calle ;-)).

Entrada al cementerio judío.

Ayuntamiento del barrio judío.

Sinagoga Vieja-Nueva.

Calle del barrio judío.

Sinagoga Española junto a una estatua de Franz Kafka.

El día terminó volviendo hacia la estación para recuperar nuestras mochilas e ir de camino al hotel. Llegamos a las 19:30 y, como si fuera una losa, caigo en la cama. Pido a mi chico que me despierte pasada media hora, ya que tenía que lavar ropa y teníamos que cenar algo. Pero, duermo durante 2 horas. Nunca he tenido la sensación de estar como muerta en sueños, pero la tuve. De hecho, desde fuera, a mi novio le di miedo, porque casi ni respiraba y mi reacción corporal a los estímulos era muy extraña. Pero pude despertar para contarlo ;-). Al final, del cansacio, no cenamos y la prioridad fue dormir.

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