Y tras el 22-M, ¿qué?: algunas claves para el cambio social desde la Psicología Social y Comunitaria.

¿Cómo emprender el camino hacia el cambio social?

Estoy siguiendo con mucha expectación lo que está sucediendo esta semana a tenor de lo que algunos medios han denominado como «movimiento 15-M«. Como cuasi-psicóloga, especializada en Psicología Social y Comunitaria, lo que está sucediendo en estos días seguro que dará para muchas futuras tesis doctorales en temas de procesos de cambio social desde una perspectiva psicosocial. Así pues, me gustaría compartir algunos aspectos relativos a lo que significa e implica el cambio social, así como los mecanismos para lograrlo. Una exposición muy breve.

Por un lado, ante la lógica pregunta de cómo ocurre un cambio social, hay que tener muy presente que debemos desechar toda noción de transformación súbita y nunca descartar o subestimar cualquier forma de expresión de cambio, por pequeña que ésta sea. Así pues, aunque muchos medios están intentando deslegitimar el movimiento generado tras el 15 de Mayo, en realidad, se trata de un gran paso, dado que ha abierto una brecha en la aparente tranquilidad política que parecía imperar meses atrás. Las grandes transformaciones sociales no surgen de un día para otro, sino que son precedidas de múltiples acciones aparentemente inconsecuentes. En este sentido, el hecho de que quizás en el 22-M no se dé ningún vuelco electoral o que no se vea una consecuencia clara de este movimiento, no implica que el movimiento haya fracasado. Hay que andar muy cautos con las más que probables críticas que puedan surgir para deslegitimar al movimiento y que lo único que tratan de conseguir es seguir legitimando al statu quo. El cambio social es lento y estamos en un estadio aún muy temprano, en mi opinión.

Por otro lado, resaltaría el hecho del paso de la minoría a la mayoría para tener una mayor fuerza ciudadana que nos aproxime más hacia el cambio, dado que aún hay mucha gente que, aunque está afectada por la situación política, económica y financiera que sufre este país, sigue manteniendo muy viva su identidad dicotómica partidista que logra enmascarar esos derechos vulnerados: el poder de la identidad social es, en situaciones como la que estamos viviendo, impresionante, y con ella juegan muy bien los políticos. Este no será un trabajo fácil y, de emprenderlo, requerirá tiempo. Para el ejercicio de la catálisis social, entendida como la acción transformadora con un fin liberador y autónomo para la población participante que aún está sumergida en una visión identitaria partidista de la realidad social, serán necesarios facilitadores del cambio social; personas con un rol transformador, que recojan las opiniones de quienes disienten con el cambio y, a través del ejercicio crítico, mostrar nuevas formas de comprender los hechos sociales y, así, ampliar el abanico de posibilidades de comprensión. De estos temas nos ha aportado mucho la Teoría Crítica, así como autores latinoamericanos como Freire y su Pedagogía del Oprimido, y Martín Baró con su Psicología de la Liberación. Ahora bien, estos facilitadores del cambio social deben tener en cuenta que no deberán caer en ninguna de estas figuras (tomado de Martín, 1998):

  • «Activista«: colaborador/a de la comunidad sin reflexión teórica ni precisión metodológica, cuya labor está marcada por la inmediatez y la ausencia de planificación.
  • «Especialista«: quien mantiene una separación con respecto de la comunidad; actitud fundamentada en el hecho de considerarse el único poseedor del conocimiento y, por tanto, la única persona capaz de decidir acerca de qué hacer y cómo hacerlo.
  • «Pueblo«: quien cae en la ilusión de que la única verdad reside en la gente de la comunidad, mientras que de hecho se impone una concepción teórica según la cual la comprensión de la realidad está determinada a priori y en función de ella se realiza toda interpretación y se formulan todas las respuestas.
  • «Concientizador/a«: quien asume un papel de iluminador, salvador de gentes apáticas y alienadas, a las cuales aspira a movilizar, manteniendo al mismo tiempo el control externo de las mismas.

En este sentido, debe quedar muy claro que la catálisis social no implica imposición de ideas (esa asimilación no razonada de los conceptos establecidos por los grupos de poder), sino la promoción de formas alternativas de comprensión de los fenómenos sociales que tenemos que ver día tras día, a través de estrategias que fomenten la problematización/desnaturalización, la deconstrucción y, por supuesto, estrategias de empoderamiento que rompan con una visión fatalista de la realidad en la que las personas perciben que no pueden cambiar su entorno político. El objetivo sería lograr pasar de una «identidad de partido» a una «identidad de ciudadano/a«; identidad más amplia que permite comprender los hechos sociales y vivir las injusticias sociales desde el rol de ciudadano que sufre las consecuencias de actos políticos y financieros abusivos, y no desde el rol de votante que debe defender a su partido y criticar a quien se opone a él.

En resumen, las claves para el cambio social se centran en saber que la transformación no se dará de un día para otro, así como que la forma de lograr aglutinar una mayor fuerza ciudadana implicará el ejercicio de la catálisis social siempre desde una visión constructivista y nunca desde la imposición de ideas.

Referencias:
– Martín, A. (1998). Psicología comunitaria: fundamentos y aplicaciones. Madrid: Síntesis.
– Martín-Baró, I. (1998). Psicología de la Liberación. Madrid: Trotta.
– Freire, P. (1974). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.